Wednesday, August 29, 2007

El juego del PDA

Por: Diegoth

Desde que Raúl Reyes le metió el autogol al PDA recomendándolo como el partido gobernante ideal para hacer la "paz", algunos movimientos dentro del Polo han resultado contradictorios, o bien porque Reyes los cogió desprevenidos y no supieron qué decir, o bien porque al parecer no es igual decir algo en Colombia que decirlo en Argentina.

El primero en salir al aire a rechazar las declaraciones de Reyes fue Gustavo Petro, a quien un seguidor bastante anticapitalista le ha preparado un módico website para recopilar peticiones para su lanzamiento en la campaña presidencial del 2010. Para los interesados, se puede consultar quien registró el dominio gustavopetro.com en Godaddy.com. Recuerden escribir el código de acceso.

La molestia de Petro viene desde que se trazó el camino a la presidencia y ha entendido finalmente que en la medida en que el PDA sea relacionado con las FARC, no tendrá más camino que perder votos y elecciones. Por eso le molesta tanto la declaración de Raúl Reyes, que es algo así como un autogol en favor del uribismo y contra el PDA. Pero por otro lado Petro es al tiempo el candidato del chavismo, el cual en la teoría y en la práctica es lo que más conviene políticamente a las FARC para lograr sus objetivos.

La indignación de Petro debe entenderse como un regaño público a las FARC para que no le dañen más el electorado al PDA, pero pasa el tiempo y nada que ni Petro ni ningún otro dirigente del Polo mueven un solo dedo para expulsar a todos los elementos cercanos a la guerrilla que hay en sus filas.

Además, el programa de gobierno del Polo no deja de ser idóneo para establecer un régimen socialista, o para que suene menos alarmante, "socialdemócrata". Las mismas FARC hablan de "socialdemocracia" en un eventual gobierno ideal para hacer la "paz", un concepto incluso mucho más light que el estilo de Chávez, el "socialismo del siglo XIX + II. Aquí todavía hay una gran dosis de engaño entre el PDA y las FARC hacia el país, e indagando un poco encontré una fuerte contradicción en el mismo Gustavo Petro que me ha puesto a pensar.

Después de escuchar el conmovedor rechazo de Petro a las declaraciones de Reyes, cualquiera diría que la dirigencia del PDA realmente quiere apartarse de las FARC y todo lo que signifique "lucha armada". Incluso Petro menciona dignamente que durante un gobierno del PDA, ellos no negociarían la democracia con las FARC, una frase casi copiada de la campaña de Alvaro Uribe. Algo muy bonito para ser verdad. Y después de encontrar un nuevo artículo en El Clarín, creo que así es.

Vale la pena destacar las declaraciones de otro dirigente del PDA como el enaltecido Daniel García Peña:

"Me parece positivo e importante que las FARC hagan consideraciones políticas de esa naturaleza, porque eso demuestra que hay otras formas, a través de la democracia, de luchar por las reivindicaciones sociales", dijo a este enviado Daniel García Peña, secretario general del Polo Democrático Alternativo.".

Todo un monumento a la justificación histórica del leitmotif de las FARC: "cambiemos capitalismo por socialismo y en agradecimiento nosotros dejaremos de secuestrar y matar gente".

Pero lo que más contrasta en la entrevista a líderes del PDA, es el mismo Petro.

Si bien en La W dijo que era "asqueante" el pronunciamiento de Reyes y que el Polo rechazaba una recomendación de un grupo violento por encima de la democracia y que era inaceptable recomendar la renuncia del gobierno de Uribe que finalmente fue elegido por un sistema democrático, en El Clarín Petro al parecer al verse fuera de la vista de los votantes colombianos, soltó la lengua en un sentido bastante diferente:

"Es importante que las FARC vean que a través de la democracia y de un gobierno democrático se puede acabar la guerra. En eso hay una luz de esperanza"

"Creo que hay que ponerlo en el contexto de este gobierno. Pese a que la Carta Magna del 91 es democrática y nosotros nos desmovilizamos por ella, ningún gobierno desde entonces la ha cumplido. El de Uribe no es un gobierno democrático y por eso las FARC reclaman su caída. En eso se equivocan. Ahora existen el Polo que, una vez en el poder desde 2010, hará cumplir esa Constitución, será progresista, amplio, democrático, encarará las reformas sociales, económicas y políticas que exige este país."

¿Al fin Colombia vive o no vive en democracia? ¿Petro reconoce la legitimidad democrática de la elección de Uribe, o la niega? ¿Rechaza o da la bienvenida a las recomendaciones de las FARC de participar en un hipotético gobierno del PDA?

Con esto queda en entredicho la sinceridad con la que Petro criticó a las FARC en un foro en Barcelona, España, y más bien el cauce del PDA vuelve al punto principal con el que la generalidad de la izquierda colombiana se opone a la derrota militar de las FARC:

"-¿Entonces con Usted en el poder no habría necesidad de un acuerdo de paz?

-No, porque estarían dadas todas las condiciones políticas para que asuman la lucha política y porque encararíamos las reformas que esta sociedad necesita. Así, las armas podrían enterrarse."


No hay nada más que añadir. Para Petro todo es cuestión de que la guerrilla bajará la guardia apenas se encuentre con un gobierno "buenazo" que se dedicará a hacer una serie de reformas deseadas por la guerrilla, para beneficio del país (entonces las FARC en el fondo quieren el bien de todos). Me siento repitiendo el mismo argumento con el que rechazaba las candidaturas de Carlos Gaviria en el 2006 y Lucho Garzón en el 2002.

No hay ningún avance en la posición del PDA a pesar del aparente cambio de Petro en favor de apartar a las FARC de su sector político. Al final todo es una farsa, un discurso doble con el que pretende captar más votos para el 2010, pero sin renunciar jamás al mismo propósito compartido por toda la dirigencia de su partido desde que se creó: la negociación política y social del fin de la violencia guerrillera como excusa para implantar en el país un sistema que garantice el control permanente del Estado sobre la economía y por ende el statu quo de los académicos y burócratas que aspiran a vivir al mejor estilo aristócrata que el socialismo puede ofrecer a sus adeptos más fieles.