Thursday, February 21, 2008

El Legítimo Rol del Gobierno en una Sociedad Libre(I)

Por: Walter E. Williams

¿Qué consideraron los fundadores de los Estados Unidos de América que debería ser el legítimo papel del gobierno? Para responder a esta pregunta debemos acudir al libro de reglas que nos dieron: la Constitución de los Estados Unidos.

Muchas de las funciones que consideraron legítimas del gobierno federal se encuentran en el Artículo 1, sección 8 de nuestra Constitución, que dice en parte: “El Congreso tendrá el poder de establecer y recaudar impuestos, aranceles, contribuciones y derechos de aduana para pagar las deudas y pagar por la defensa común y el bienestar general de los Estados Unidos... prestar dinero a nombre y con el crédito de los Estados Unidos... Regular el comercio con naciones extranjeras, y entre los varios estados, y con las tribus indígenas... Acuñar moneda... establecer oficinas de correo y caminos postales... erigir y mantener ejércitos.” Los redactores otorgaron poderes de tasación y erogación al Congreso para otras actividades, pero en ninguna parte de la Constitución encontramos la autoridad para hasta las tres cuartas partes de lo que el Congreso grava y gasta en la actualidad. No existe autorización constitucional alguna para los subsidios agrícolas, sacar de apuros financieros a los bancos ni estampillas de alimentos. Nos hemos desviado significativamente de los principios constitucionales de libertad individual y gobernación limitada que nos convirtieron en un nación rica para empeñar. Estos principios de libertad fueron englobados en nuestra nación a través de las instituciones combinadas de posesión privada de la propiedad y libre empresa, ambas de las cuales han sufrido ataques devastadores y son meros esqueletos de lo que fueron en el pasado.

EL VALOR SOCIAL DE LA PROPIEDAD PRIVADA Y LA LIBRE EMPRESA

La propiedad privada realiza al menos dos funciones sociales importantes: alienta a las personas a hacer voluntariamente lo que estriba en el interés de la sociedad y minimiza el poder coercitivo que un hombre o el estado pueda tener sobre otro. Realiza estas funciones sin apelar a la beneficencia.

No me importan mucho las generaciones futuras. Al fin y al cabo ¿qué ha hecho por mí un niño que nazca en el año 2050? Mis acciones, sin embargo, no reflejan este sentimiento personal. Hace varios años planté árboles jóvenes en mi propiedad y realicé otras mejoras. Habré muerto para el tiempo que maduren los árboles. Un niño que nazca en el año 2050 disfrutará los árboles de mis sacrificios. Yo hubiera podido gastar el dinero en filetes de carne y buen vino bordeaux, que yo hubiera disfrutado al máximo yo solito. ¿Porqué realicé estas mejoras a mi propiedad? Al menos parte de la razón es que obtendré un precio más alto cuando venda la propiedad si su calidad es mayor y espera que pueda proporcionar servicios de vivienda para un período de tiempo más largo. Al proseguir con mis propios intereses, hice posible que generaciones futuras disfruten de una linda casa. ¿Hubiese tenido yo el mismo incentivo fuerte si el gobierno fuese el propietario de mi casa? Obviamente no. Echen un vistazo alrededor del mundo. Ustedes verán que lo que recibe el menor cuidado tiende a ser de propiedad comunitaria; aquello que recibe el mejor cuidado tiende a ser propiedad privada. En mercados libres la riqueza personal de un individuo se encuentra cautiva ante una conducta socialmente responsable. Para dar otro ejemplo, los ciudadanos de Nueva York derivan sus comidas diarias no de la benevolencia del granjero de Missouri (quien de hecho puede ser que deteste a los neoyorquinos) sino porque su propio auto-interés privado lo mueve a suministrar dichos alimentos. La mayoría de las cosas suceden por un interés propio y por los derechos privados a la propiedad.


Los Fundadores entendieron que mercados relativamente libres son la forma más efectiva de organización social para la promoción de la libertad individual. De hecho, el Capitalismo se define como un sistema donde los individuos son libres para dedicarse a sus propios intereses, realizar intercambios voluntarios y tener derechos privados sobre las propiedades de los bienes y servicios. Gran parte de la intención original en la Constitución de los Estados Unidos de América, tal como está estipulado en el mismo documento y en los Artículos Federalistas que amparan su ratificación, fue hacer propicio un clima para que ocurriese este tipo de organización social.

En una sociedad libre, muchas relaciones deben ser voluntarias y el intercambio involuntario debería ser minimizado. El extendido control privado y la posesión de la propiedad es consistente con este objetivo. A pesar del tamaño y el supuesto poder los gigantes industriales como IBM, AT&T y General Motors, en un mercado libre no podrán obtener un dólar de mí a menos que yo voluntariamente se los dé. La extensa propiedad gubernamental y/o el control de la propiedad de parte del gobierno es la antítesis de un intercambio voluntario. El gobierno es la mayor fuente de intercambios forzados, el más prominente del cual es la tasación.

¿UN FUTURO TOTALITARIO?

CUALQUIER COSA que debilite la institución de la propiedad privada interfiere con el logro de los resultados socialmente deseables antes descritos. Los impuestos representan los reclamos del gobierno sobre la propiedad privada. A medida que aumenten los impuestos, usted es dueño de menos y menos de lo que usted gana. Si la tasa impositiva llegase a ser del 100 por ciento alguna vez, el gobierno habría destruido la propiedad privada y usted no sería dueño de nada de lo que se ha ganado. Tengan en cuenta que una definición adecuada de la esclavitud es que usted trabaja pero no tiene derecho alguno al fruto de sus labores. La tasación y las regulaciones constituyen la confiscación de parte de toda la libertad de ser propietarios y de usar la propiedad.

Este decomiso ha alcanzado proporciones sin precedentes. En 1902 los gastos a todo nivel del gobierno fueron un total de $1.7 billones y el contribuyente promedio pagaba sólo $60 al año en impuestos. De hecho, desde 1787 hasta 1920, los desembolsos federales nunca excedieron el 4 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB), excepto durante épocas de guerra. Hoy, los gastos federales por sí solos son de $1.8 trillones -casi 30 por ciento del PIB- y los gobiernos estadales y locales gastan más de un trillón más. El contribuyente promedio ahora paga más de $8.000 al año, y trabaja desde el primero de enero al 8 de mayo para pagar impuestos federales, estadales y locales. Además del costo en efectivo, los estadounidenses gastan 5.4 billones de horas cada año cumpliendo con el código fiscal federal –aproximadamente el equivalente a 3 millones de personas trabajando a tiempo completo. Si se emplease en actividades productivas, la mano de obra ahora dedicada a cumplir con requisitos impositivos valdrían $232 billones anualmente. El costo federal de contratar 93.000 empleados para su Ministerio de Hacienda es $6 billones. Si estos ciudadanos de Estados Unidos no estuviesen metiendo la mano en el código fiscal, podrían producir la producción anual entera de las industrias aeromotriz, de camiones, automotriz y de procesamiento de alimentos combinados.


A pesar de la carga impositiva, el capitalismo ha sido tan exitoso en la eliminación de las enfermedades, la pestilencia, la hambruna y la pobreza indigente que otros problemas humanos ahora aparentan ser más insoportables e inexcusables. La libre empresa por ende, se ve amenazada hoy día no por sus fracasos sino, irónicamente, por sus éxitos. Si bien el surgimiento del capitalismo ha conllevado un mejor tratamiento para la mujer, las minorías raciales, los discapacitados, los criminales y los mentalmente insanos, los reformadores sociales aseveran que “no funciona” y “es deshumanizante”. En el nombre de ideales como la igualdad de ingresos, el equilibrio entre los sexos y las razas, vivienda y cuidados médicos asequibles, mercados ordenados, protección al consumidor y conservación de la energía para nombrar unos pocos, hemos impuestos controles gubernamentales extensos que nos han subordinado hasta un punto donde las consideraciones de libertad personal son de relevancia secundaria o terciaria. Si usted toma diminutos pasos hacia un objetivo, un día usted llegará a lograrlo y el fin último de este proceso es el totalitarismo, que no es más que una forma reducida de servidumbre. Como dijo David Hume: “Rara vez la libertad en todos los sentidos se pierde toda de una sola vez”.



En la vanguardia de este movimiento totalitario están los defensores de los “nuevos derechos humanos”, los principales defensores de cercenar los derechos a la propiedad y a las ganancias. Están en contra de la competencia y a favor de los monopolios. Apoyan el control y a la coacción por parte del Estado. Creen que tienen más inteligencia y sabiduría que las masas y que han sido elegidos para imponer dicha sabiduría a la fuerza sobre el resto de nosotros. Quieren reemplazar el mercado con la planificación económica, que no es más que el sobreseimiento forzoso de los planes de otras personas para imponer una poderosa élite. Por supuesto que tienen lo que ellos denominan buenas razones, pero todo tirano tiene lo que él llama una buena razón para restringir las libertades de los demás.

El asalto de la élite sobre los principios de la libertad hubiera sido menos devastador si los estadounidenses de todos los ámbitos de la sociedad, bien sea que se hubieran dado cuenta o no, hubiesen demostrado un desprecio profundo y duradero contra los derechos a la propiedad privada y a la libertad económica, sentimientos surgidos primordialmente de su deseo de que el gobierno hiciese el bien cabalmente. Decidieron que el gobierno debería cuidar de los pobres, las personas con desventajas, los ancianos, los negocios que fracasaran, los estudiantes universitarios y muchos otros segmentos “merecedores” de nuestra sociedad. Es muy bonito hacer todas estas cosas pero debemos reconocer que el gobierno no tiene recursos propios. Los congresistas y los senadores no están gastando su propio dinero para estos programas. Adicionalmente, no existe el Ratoncito Pérez ni Papa Noel que les proporcione dichos recursos. El único modo de que el gobierno pueda darle un dólar a un ciudadano de los Estados Unidos es confiscándolo primero de otro ciudadano, mediante la intimidación, las amenazas y la coacción. En otras palabras, para que el gobierno pueda hacer el bien cabalmente, debe primero hacer el mal. Si una persona privada hiciese las cosas que hace el gobierno, sería condenado como un vulgar ladrón. La única diferencia es la legalidad y la legalidad por sí sola no es un talismán para las personas morales. Este razonamiento explica porque el socialismo es tan perverso. Usa medios malignos (coacción) para lograr lo que es visto como buenos fines (asistir a las personas).