Wednesday, February 13, 2008

Las regiones y el desarrollo

POR: AURELIO MARTÍNEZ CANABAL, -


Comunidad y región son conceptos que cada vez se arraigan más en la vida de los pueblos. Sin dejar de lado a la nación como noción integradora por historia y cultura compartidas, los nexos locales y de comarca han ido adquiriendo mayor aceptación ciudadana. Las relaciones entre personas y los vínculos entre éstas al agruparse, para conformar espacios comunitarios, se ven fortalecidos. Se logra una mejor comunicación en el vecindario y de ahí se pasa a un nivel de sintonía mayor con los mandatarios, cuando éstos son elegidos democráticamente.


Un primer paso de reconocimiento de estas nuevas realidades, en el plano político y social, se dio en 1986 al establecerse la elección de los alcaldes. Preocupación que, de vieja data, había tenido Álvaro Gómez Hurtado, y que tuvo como complemento la elección de gobernadores. El estadista insigne hablaba de “meterle pueblo a nuestra democracia”. De ahí la convicción con que propuso la designación de los gobernantes municipales y departamentales, a través del voto popular. Y, luego, ya como constituyente, intervino activamente en unión de otros integrantes de la Asamblea Nacional Constituyente en la aprobación de los artículos 306 y 307 de la nueva Carta Política. Normas que le dieron vida a las “regiones administrativas y de planificación, con personería jurídica, autonomía y patrimonio propio”.

El ex -constituyente y actual Gobernador del Atlántico, Eduardo Verano De la Rosa lo ha llevado a la palestra cuando propuso aplicar las disposiciones constitucionales antes mencionadas, dándole vida a la región Caribe, no caribeña como razonadamente lo subraya Juan Gossaín. Una iniciativa que vale bien la pena impulsar a partir del marco constitucional no sólo en el área norte del país, sino en otras partes del territorio nacional con similar vocación integracionista. Se estaría respondiendo a una inclinación de acercamiento, con miras a apalancar el progreso económico, social y cultural.

Sin que sea aceptable, por estar reñida con múltiples realidades, la creencia que muchos tienen de ser la Costa Caribe una unidad en todos los aspectos, lo cierto es que hay suficientes elementos de juicio que estarían justificando el proceso de configuración regional. La disponibilidad de recursos naturales abundantes aunada a la ubicación geográfica privilegiada, en una economía global, le dan soporte a la oportunidad de aplicar plenamente los mandatos constitucionales que instituyeron el esquema regional. A esto se agrega la aspiración justificada de disponer de un protagonismo político más eficaz a la hora de adoptarse decisiones de fondo en la escena nacional.

Ahora lo que más importa es no sólo establecer los pasos a dar para estructurar jurídicamente la región del Caribe, previéndose dependencias y servicios compartidos, sino ir conviniendo los objetivos fundamentales de la integración. A partir de un avance tanto en una educación y cultura de calidad reconocida, como en el estímulo a la investigación y el adelanto tecnológico, se impondrá que quienes lideren la marcha de la integración vayan identificando otras prioridades de progreso. Así se logrará el respaldo imprescindible de la opinión pública y el trabajo mancomunado de dirigentes públicos y voceros de los distintos sectores cívicos.

La Costa Caribe está llamada a convertirse en un modelo de integración regional. Siempre con un compromiso claro de unidad nacional.