Monday, February 25, 2008

El peso de los impuestos

Por: Gary Becker

El peso de los impuestos en un país no depende solamente del porcentaje del producto interno bruto que se cobra en impuestos, sino también de otros factores. Aquí voy a limitar mis comentarios a la relación que tiene el peso de los impuestos con el nivel de gastos del gobierno, la estructura y repercusión de los impuestos.

No es posible separar el peso de los impuestos del gasto gubernamental. La manera cómo los gobiernos gastan los impuestos recaudados hace una inmensa diferencia en el funcionamiento de la economía. Si el gasto gubernamental excede las recaudaciones de impuestos, el exceso de gastos tiene que ser financiado con deuda, si no tomamos en cuenta la emisión inflacionaria de billetes. Los intereses de una deuda gubernamental mayor tendrán que ser financiados con más impuestos en el futuro, por lo que el verdadero peso de los impuestos no se determina solamente con el monto recaudado sino con el gasto gubernamental.

El senador McCain justificó su oposición inicial a los recortes de impuestos de Bush indicando que no se estaban combinando con recortes en los gastos del gobierno. De hecho, sucedió lo contrario: bajaron los impuestos, pero aumentaron los gastos.

El peso de los impuestos también depende del tipo de impuesto utilizado. Lo que los economistas llaman “exceso de peso” se mide por la diferencia entre el costo incurrido por quienes pagan los impuestos y el ingreso recaudado por el gobierno. Los impuestos sobre ingresos tienen “exceso de peso” porque distorsionan las decisiones del contribuyente respecto al tiempo libre. Es decir, si le van a quitar una parte de lo que va a ganar, el contribuyente puede preferir no hacer el trabajo. Mientras más altas son las tasas marginales de impuestos, mayores serán las distorsiones causadas a la oferta laboral y, por lo tanto, mayor será el “exceso de peso” del impuesto sobre la renta.

Para reducir tales distorsiones es mejor tener tasas más parejas de impuestos sobre la renta. Eso es lo que proponía Rudy Giuliani, quien recientemente se retiró de la contienda electoral. Nuestro actual sistema impositivo es excesivamente complicado. Impuestos al consumo, como el IVA, tienen menor “exceso de peso” que el impuesto sobre la renta. Pero un impuesto general al consumo también desanima a la gente a trabajar más porque los individuos pueden consumir menos y tener más tiempo libre, ya que no hay que pagar impuestos por disfrutar del tiempo libre.

El impuesto sobre la renta conlleva a otras distorsiones adicionales porque se pagan impuestos dos veces: cuando se recibe el ingreso la primera vez y cuando los ahorros producen intereses u otros ingresos adicionales. Es decir, el impuesto sobre la renta se paga dos veces: cuando se recibe el pago original y, por segunda vez, cuando se recibe el producto de los ahorros. Por el contrario, el impuesto al consumo se paga solamente una vez: al efectuar el gasto.

Existe una tendencia natural a pensar que el peso de los impuestos lo asume quien los paga a la oficina de impuestos. Cuando los inversionistas tienen que pagar más impuestos sobre el rendimiento del capital invertido, ellos tienden a invertir menos, lo cual se traduce en menos ofertas de empleo y salarios más bajos. Obviamente, hay menos empleos cuando decaen las inversiones de capital. Los inversionistas son quienes siguen enviando sus pagos al impuesto sobre la renta, pero son los trabajadores quienes en realidad están pagando, al recibir sueldos inferiores y al tener menos posibilidades de empleo. Por eso es que los economistas generalmente se oponen a los impuestos sobre el capital.

Una manera de compensar el mal es permitiendo una acelerada depreciación de las maquinarias y equipos, pero es preferible avanzar hacia una tasa de impuestos de 0% sobre dividendos y demás ganancias sobre el capital invertido.