Por: Walter Williams
EL GOBIERNO no estuvo mucho tiempo en el negocio de hacer el bien antes que los estadounidenses se dieran cuenta que podían usarlo para vivir a costa de otros estadounidenses, tanto por medio del código fiscal como a través de las “becas privilegiadas”, una actividad gubernamental que data de tiempos medievales en Europa, cuando los gremios y las asociaciones mercantiles controlaban el comercio en sus áreas particulares. Mediante un pago al rey o a un caballero de la nobleza reinante, se les garantizaba privilegios monopólicos. En tiempos modernos, tenemos el equivalente de esto: simplemente lo llamamos contribuciones políticas. Casi todo grupo en la nación ha llegado a sentir que el gobierno les debe un privilegio o favor especial. Los fabricantes sienten que el gobierno les debe tarifas protectoras. Los agricultores sienten que el gobierno les debe subsidios para sus cosechas. Los sindicatos sienten que el gobierno debería proteger sus trabajos contra la competencia no sindicalizada. Los residentes de las áreas costeras sienten que el gobierno debe darles fondos para proteger los ríos y las bahías. Los intelectuales sienten que el gobierno debería darles fondos para la investigación. Los desempleados y los imposibles de emplear sienten que el gobierno les debe un modo de subsistir. Los grandes negocios sienten que el gobierno les debería proteger contra los rigores de la competencia en el mercado. Los miembros de casi cualquier ocupación, profesión u oficio sienten que el gobierno debería usar requerimientos de licencias y otros modos de regulación para proteger sus ingresos contra la competencia causada por otros insertándose en el oficio de que se trate.
Los conservadores no están exentos en modo alguno de esta práctica. Vituperan contra las estampillas para alimentos, asistencia legal y la asistencia para las familias con hijos dependientes, pero están a favor de prestar asistencia a los granjeros dependientes, ayudar a los bancos dependientes y dar ayuda a las compañías dependientes, manufactureras de motocicletas. No tiene una base moral donde apoyarse. Simplemente le prueban a la nación que es una cuestión del cochino de quien se esté degollando. Los conservadores así como los liberales validan la definición de una elección por parte de H.L. Mencken: “...el gobierno es un agente en el saqueo y toda elección es una especie de venta adelantada por subasta de bienes robados”. Hasta el grado donde este autor tenga razón, debemos reconocer que nosotros y no los políticos somos el problema.
EL CAMINO DE REGRESO
NUESTRO GOBIERNO se ha vuelto destructivo de los fines para los cuales fue creado para servir. John Stuart Mill, quien escribió el clásico texto Sobre la Libertad dijo, al discutir los límites para el poder del gobierno “(El) único propósito para el cual puede ser legalmente ejercido el poder sobre cualquier miembro de una sociedad civilizada contra su voluntad es para prevenir el daño a terceros. Su propio bien, bien sea físico o moral, no es garantía suficiente”. Mill añadió: “No puede ser legalmente obligado porque sería mejor para él hacerlo así... porque lo haría más feliz o porque, en la opinión de terceros, “hacerlos de esa manera sería sensato, o inclusive lo correcto”. Finalmente, Mill expresó: “Estas son buenas razones para objetar contra él, o persuadirlo, pero no para obligarlo, ni visitarlo con algún mal en caso que él haga lo contrario”.
Hemos ido mucho más lejos de lo que argüían Mill y John Locke como los límites de la coacción en una sociedad libre. Parte del problema estriba en que la Constitución contiene poco lenguaje que explícitamente proteja los derechos económicos. Debemos hallar un modo de establecer un límite sobre lo que el Congreso pueda quitarnos. Debería adoptar la forma de una enmienda constitucional que limite los desembolsos federales en tiempos de paz a un porcentaje específico menor del Producto Interno Bruto. Si no podemos lograr que el Congreso apruebe dicha enmienda, debemos reconvenir la conveción constitucional para el fin específico de una enmienda sobre la limitación de los desembolsos. Yo sé que muchas personas temen los peligros de una convención que se les vaya de las manos, pero adopto una posición similar a la de Mae West, cuando dijo: “Al escoger entre dos males, me gusta probar aquel que no he probado antes”.
Si los Fundadores de la nación regresasen a la América actual, pienso que estarían muy desilusionados ante nuestra decisión de aceptar lo que vemos como seguridad a cambio de libertad. Pero también debo decir que no es demasiado tarde para despertarnos y responder ante la erosión de nuestras libertades. Los estadounidenses nunca han hecho las cosas mal durante un largo tiempo. Debemos acometernos a la tarea deponer al gobierno de vuelta a donde lo habían propuesto nuestros fundadores mientras tengamos la libertad para realizarlos.
Thursday, February 21, 2008
El Legítimo Rol del Gobierno en una Sociedad Libre(II)
Publicado por Carlos Méndez en 12:03 PM
Etiquetas: Estado, grupos de interes, liberalismo, libertad, sociedad libre ,Blog,Blogs ,Politics,Libertarian
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